jueves, 30 de septiembre de 2010

Er..., Voy a presentar un Pedido de Informes


H. Cámara de Diputados de la Nación
Proyecto de Resolución

La Cámara de Diputados de la Nación
Resuelve:

Convocar al Sr. Jefe de la Oposición, Héctor Magnetto, a la comisión de Libertad de Expresión de esta H. Cámara, a fin de brindar un detallado informe sobre la relación existente entre el Grupo Clarín y el programa "Le Doy mi Palabra", y respecto a los siguientes puntos:

Informe cuál es la relación funcional del Grupo A y el Multimedios Clarín

Indique que tipo de apoyo brinda el Grupo Clarín al aparato parlamentario opositor

De tipo económico

De tipo logístico

De tipo tecnológico

De ser afirmativa, responda montos y mecanismos de transferencia de dinero o aportes de equipos o publicidad a los legisladores que forman parte de la red de opositores apoyados por el Grupo Clarín .

Indique si en la reunión realizada el 12 de abril de 2010 conocida como un encuentro entre el Jefe de la Oposición y el "Grupo A" se tomaron decisiones respecto al seguimiento y hostigamiento a blogueros, políticos, y si entre ellos se encontraba Alfredo Leuco.

Informe si en esa reunión agradeció la tarea realizada por los programas "Le doy mi Palabra", "La Cornisa", "Hora Clave", "A Dos Voces", "Desde el Llano", "Palabras Más, Palabras Menos", "Almorzando con Mirtha Legrand", "Magdalena Tempranísimo", tal como consignan las crónicas periodísticas.

Indique si técnicos de "La Oposición" trabajan dando sostén a los programas anti-K, especialmente al llamado "Le Doy mi Palabra".

Exponga cómo se conforma la estructura de comunicación opositora. Al respecto, indique qué dependencias del Congreso y presupuesto disponen para los opositores K.

FUNDAMENTOS

Señor presidente:

manifestaciones vertidas en el programa "Le Doy mi Palabra", realizadas por el periodista Alfredo Leuco, contra el bloguero Lucas Carrasco.

Las manifestaciones publicadas en el programa de referencia dicen textualmente: "La denuncia que voy a hacer ante la justicia penal por las amenazas de muerte que un periodista hizo a este programa en general. Ha ocurrido algo muy grave que no puedo dejar pasar. Lucas Carrasco me amenazó de muerte, prometió venir con una ametralleta a canal 26 para matarnos a todos."

Alfredo Leuco, conductor del programa en cuestión, además de un confeso militante antikirchnerista, ha sido panelista de los programas "La Cornisa", "Sin Límites" e "Informe Central", por lo que es claro el conocimiento sobre esta persona por parte del aglomerado opositor.

No sólo la gravedad de las manifestaciones merecen un expreso repudio de esta H. Cámara, sino que además se debe convocar de manera urgente al Sr. Jefe de la Oposición al seno de la Comisión de Libertad de Expresión a fin de que informe cuál es la relación existente entre el Grupo Clarín y Alfredo Leuco.

En este sentido, es imperioso conocer si desde la Jefatura de la Oposición se financia, o monitorea todo lo que se publica en ese programa, así como en otros programas que denuestan la gestión gubernamental. Además, el Jefe de la Oposición debe explicar los alcances de las directrices que habría dado a los militantes antikirchneristas en ocasión de una charla ofrecida en abril pasado.

El jefe de la Oposición debe dar explicaciones respecto a cual es el grado de responsabilidad de la Oposición sobre los periodistas que se oponen a las políticas oficialistas. El Jefe de la Oposición deberá explicar qué tipo de apoyo reciben los periodistas, es decir, si consiste en un apoyo económico, logístico, o de otra naturaleza.

Es por todo lo expuesto, Sr. Presidente, solicito la aprobación del presente pedido de informes.

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Estaba terminando de redactar mi pedido de informes, cuando veo que mi vieja la estaba  leyendo por encima de mi hombro.

- Qué pasa, vieja? pregunté...
- Una verdadera cagada. Es una caza de brujas. Maccartismo puro.
- Náhhhh..., vieja! Cómo va a ser "Caza de Brujas", "Maccartismo", si lo acabo de copiar del proyecto presentado por nada menos que la -de pie por favor- Presidenta de la Comisión de Libertad de Expresión, Silvana Yúdichi, y encima avalado por la Diputada Patricia (hic!) Bullshit...!

sábado, 25 de septiembre de 2010

Estampilla

Macri quería una estampilla con su foto para conmemorar el Bicentenario de la Nación.

A los publicistas del gobierno de la Ciudad les pareció una buena idea y ejecutaron el proyecto.

Macri lo aprobó y solicitó a Correo Argentino hacer 10 millones de estampillas, y asi le fue concedido.

Cuando la estampilla salió a la calle, Macri estaba radiante!

Pero a los pocos días se puso furioso al oir reclamos generalizados de que la estampilla no se pegaba a los sobres.

Inmediatamente, convocó a la Municipalidad a los "Equipos Técnicos" responsables de la confección y emisión de la estampilla con su imagen, ordenando que investigasen rigurosamente el hecho.

Comisiones, grupos, subgrupos y equipos a montones investigaron los centros postales de todo el país, oyeron a los usuarios, a los de atención al público, etc. y, finalmente, descubrieron lo que estaba ocurriendo.

El informe, de más de mil páginas, entregado un mes después, decía en sus conclusiones:

"No hay nada malo en la calidad de las estampillas. El problema es que la gente está escupiendo del lado equivocado"...

(De "El Tiburón 37")

sábado, 18 de septiembre de 2010

Iglesias

Por Luis Bruschtein

Desde un determinado sector hay un reclamo contra el kirchnerismo por haberse convertido en una especie de Iglesia que administra el credo del centroizquierda. Se quejan porque el kirchnerismo se arrogaría el derecho de medir con su vara la pertenencia a ese espacio ideológico. Los que se quejan son los que antes del kirchnerismo pretendían hacer lo mismo con los demás y apenas llegado el kirchnerismo le cerraron la puerta.

Más allá de que las iglesias ideológicas son antipáticas, el cambio en ese cuadro resulta significativo porque está indicando que antes el kirchnerismo era el que tenía que pedir permiso y se lo negaban y ahora es al revés. Si el kirchnerismo es una Iglesia o no está por verse porque, para bien o para mal, todavía no ha coagulado hasta ese punto de homogeneidad.

Lo que está planteando esa queja del centroizquierda antikirchnerista es que el kirchnerismo terminó por instalarse con comodidad en ese espacio, trasponiendo a duras penas sus dificultades para penetrar las clases medias de las grandes ciudades y haciendo pie en una parte de ellas. Han sido desplazados y sienten ese desplazamiento. La vía para ocupar ese espacio por parte del oficialismo fue concretar una batería de reivindicaciones que se planteaban desde ese sector que, en cambio, había demostrado poca capacidad para llevarlas a la realidad.

Pero el fenómeno de enroque en ese lugar de “administrador” de un espacio político ideológico se produjo porque la inercia antikirchnerista llevó a ese centroizquierda a oponerse a sus viejas reivindicaciones. En ese plano, la iniciativa la lleva el Gobierno y la oposición queda relegada a optar por el sí o el no y como es oposición siempre dice que no. Al centroizquierda opositor le pasa eso.

Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia, su ubicación como centroizquierda era menos creíble para la sociedad en general que la de esta corriente de la oposición que tradicionalmente había estacionado allí. Cuando este sector, que incluye periodistas, intelectuales y corrientes políticas y gremiales, protesta ahora por los desplantes que le llegan desde el oficialismo, en realidad lo hace porque siente que su credibilidad como centroizquierda ante la sociedad ya es menor que la del kirchnerismo. En un escenario donde confrontan un gobierno hiperquinético, que emite acciones de tipo reformista o progresista o como se le quiera llamar, y una oposición que se limita a repetir todo el tiempo que el Gobierno está mintiendo, el Gobierno terminó por ganar credibilidad.

Esto no quiere decir que no exista centroizquierda en la oposición, pero sí que este centroizquierda es cada vez menos creíble ante la sociedad cuando quiere reafirmar un progresismo que aparece rechazando todo el tiempo. Una manifestación de este fenómeno de poca credibilidad fue el mínimo efecto que tuvo el reclamo del 82 por ciento móvil para las jubilaciones. El centroizquierda opositor lo planteó con sinceridad. En cambio, la mayoría de la oposición lo hizo sólo como una forma de restar legitimidad al oficialismo en su intento de forzar el veto. El resultado de esa mezcla fue que ni siquiera los jubilados –incluyendo a los de oposición– les creyeron. No hubo ni gran debate ni gran movilización ni gran festejo cuando lo aprobaron en Diputados. Apareció como algo sacado de la manga incluso por el centroizquierda opositor.

La paradoja de esta rotación de la escena es que comienza a producirse con más fuerza en el momento de más debilidad del Gobierno, cuando se produjo el conflicto por la 125. Es el punto donde el Gobierno pierde más apoyo. Pero al mismo tiempo es cuando homogeneiza sus filas, impulsa a una nueva militancia juvenil y lleva a tomar partido a un amplio sector de intelectuales. Frente a lo que había perdido, esa capitalización parecía mínima, pero estaba expresando la punta de un fenómeno que se fue ampliando a lo largo del año y que culmina con este nuevo paisaje.

Un destello de este proceso fue el acto del martes en el Luna Park con un activismo político juvenil que no se veía desde hacía muchos años, quizá desde la época de la Coordinadora radical a la salida de la dictadura. El entusiasmo de esa militancia solamente puede apoyarse en una identidad. Además de muchos jóvenes, también había mucha gente suelta que se sintió convocada y asistió por un impulso espontáneo. La buena noticia para el oficialismo es que ha logrado proyectar una identidad desde el peronismo que es claramente visualizada y aceptada por algunos sectores de capas medias.

Si ese fenómeno de cristalización de una identidad comienza a darse en el kirchnerismo a partir de la disputa por la 125, hubo otros grupos, en especial los de izquierda y centroizquierda que apoyaron a una Mesa de Enlace conducida por la Sociedad Rural y la CRA, para los que comienza un fenómeno inverso de pérdida de credibilidad en cuanto a su discurso izquierdista.

La inercia opositora es tan fuerte, por ejemplo, que lleva a la lista del estatal Pablo Micheli, que se opone a la conducción del maestro Hugo Yasky en la CTA, a aliarse con la Corriente Clasista y Combativa, que apoya activamente a los empresarios del campo y que siempre antagonizó con la CTA. Para la CCC, la CTA y la CGT eran dos centrales de burócratas, y eso lo decía cuando en la conducción de la CTA estaban sus ahora aliados en la confrontación con Yasky.

Estos movimientos de identidades generan perplejidad en uno y otro lado, en unos porque se les deshilacha y en otros por asumirla. Los derechos humanos han sido siempre emblemáticos en los últimos treinta años en cuanto al aporte más importante del centroizquierda. Es asombrosa la frivolidad con que algunos en el centroizquierda opositor tratan ahora de desembarazarse del tema porque lo consideran copado por el kirchnerismo. Quieren ser provocativos o incisivos cuando argumentan esa resignación ideológica, fruto de su impotencia, pero resultan patéticos y superficiales. Desde el kirchnerismo se escuchan voces enojadas contra el progresismo por su “gorilismo” e “inoperancia” y buscan otros términos que los definan. No quieren ser llamados progresistas y se autodefinen como “nacionales y populares” o de otras maneras cuando muchos de ellos provienen de ese progresismo, y con esa reacción corren el riesgo de sectarismo a las clases medias a las que pertenecen. Sobre todo ahora que ante la sociedad el que aparece como más “progre” es el Gobierno.

Es cierto que para el centroizquierda y el progresismo todos estos corrimientos han conflictuado identidades porque hay de todo en todos lados. Son términos tan amplios que en un momento de transición no alcanzan para describir los campos en pugna. Pero al mismo tiempo son términos que tienen un sentido porque se fueron resignificando durante los mismos procesos, desde la derrota del llamado socialismo real hasta las transformaciones del capitalismo a partir de la globalización financiera, la revolución informática y mediática y el desarrollo de tecnologías de punta en los procesos de producción.

Ninguno de los nuevos gobiernos reactivos al neoliberalismo que se han dado en América latina podría calificarse como “revolución” en un sentido ortodoxo. Todos provienen de elecciones democráticas y todos se mantienen en el marco del capitalismo. Y, sin embargo, esa mezcla de progresismo, indigenismo, bolivarianismo, populismo o laboralismo constituye el aporte más valioso en estas épocas a la transformación de las sociedades en un sentido progresivo, es decir favorable a los pobres, a los pueblos, o a los sectores más desguarnecidos.

Por último, también hay un centroizquierda o progresismo, el de Martín Sabbatella, que ha evitado oponerse a lo que siempre reivindicó y apoya esas propuestas al mismo tiempo que trata de resguardar una identidad diferente a la del peronismo. Es la posición más difícil porque pierde visibilidad en la fuerte polarización entre oficialismo-oposición. Así como el centroizquierda opositor se desdibuja en la derecha, el centroizquierda que apoya con independencia y visión crítica tiende a desdibujarse en el oficialismo. Sabbatella apuesta a que ese lugar poco visible le reditúe, ahora o más adelante, como reconocimiento a una actitud coherente y no gorila o antipopular, como se les recrimina a sus primos de la oposición.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Ayer mataron a Salvador Allende

Por José Pablo Feinmann

Sería ingenuo no creer que el 11 de septiembre que el mundo recordará será el de las Torres Gemelas antes que el de Chile. El de las Torres tuvo una audiencia en simultáneo, un público atónito que asistía, compartiéndolo, en vivo y en directo, a uno de los acontecimientos más poderosos de la historia humana. No menos poderoso fue el de Chile, pero nos tenía más acostumbrados. Sin embargo, no bien se desplegó el terror pinochetista supimos que eso era nuevo, no tenía antecedentes. Lo mismo sucedió con el terror de la Junta argentina.

Ignoro si se ha reflexionado sobre un punto (sin duda, sí; pero merece ser ofrecido otra vez al análisis): el acontecimiento de las Torres y el de Chile no sólo comparten la fecha, sino mucho más. El país de las Torres (el Imperio) fue el causante directo del septiembre chileno. Chile nada tuvo que ver con la caída de las Torres. Pero Estados Unidos hizo el golpe de Pinochet, lo inventó a Pinochet y lo asesinó a Allende. Era parte de la política que se había otorgado para manejar las cosas en eso que llaman su “patio trasero”.

Desde que llegó a la presidencia, Ke-nnedy, que era un furioso anticomunista, advirtió que –durante el llamado período de la Guerra Fría– las acciones bélicas directas no tendrían lugar entre los dos bloques hegemónicos. Había, en ellos, un exceso de técnica bélica que lo impedía. El terror nuclear recomendaba una excesiva prudencia que los dos colosos ejercieron celosamente. Las luchas, entonces, se dieron en otras latitudes.

Demoraron en advertir que en América latina los comunistas se habían posesionado de Cuba, brillante tarea de esos barbudos que habían seducido y engañado a la CIA diciéndose democráticos, y que la CIA creyó que apenas venían a tirarles abajo a ese sargento Fulgencio Batista, un sanguinario impresentable, que había hecho de Cuba un prostíbulo y un garito para la mafia. Apoyaron a los muchachos de Fidel, que les dieron una enorme y pésima sorpresa: su líder se definió y definió a su movimiento como marxista-leninista. Decidieron aprender la lección: nunca más un Castro en América latina. Porque Estados Unidos decía no pretender apropiarse del mundo como los soviéticos, pero en verdad ya casi lo dominaba o ésa era su meta. Con justa razón, el profesor Chalmers Johnson consideró que había más simetría entre las políticas de la Unión Soviética y de los Estados Unidos de lo que los norteamericanos deseaban reconocer: “Si en el transcurso de la Guerra Fría la Unión Soviética intervino manu militari en Alemania Oriental (1953), Hungría (1957) y Checoslovaquia (1968), los Estados Unidos articularon el golpe en Irán (1953), la invasión de Guatemala (1954) y de Cuba (1961), ocuparon militarmente la República Dominicana (1965) e intervinieron en Corea (1950) y en Vietnam (donde sustentaron dictaduras y mataron a un número más grande de personas que la Unión Soviética en sus exitosas intervenciones)” (Chalmers Johnson citado por Luis Alberto Moniz Bandera en su notable ensayo: La formación del Imperio Americano). En una comparación inevitablemente odiosa y desagradable, posiblemente la CIA sea y haya sido una organización más cruel, más asesina y, sobre todo, más responsable de la llegada de regímenes genocidas al poder que la KGB soviética. Medio mundo o más no diría esto por la prepotencia, la supremacía que tienen los medios en la formación de la subjetividad de las personas. El cine, por ejemplo (gran herramienta de propaganda de EE.UU.), siempre ha mostrado a un agente de la KGB como alguien más siniestro que uno de la CIA, que, con frecuencia, es el héroe de la película. Jack Ryan, sin ir más lejos, tuvo la pinta y el carisma de Harrison Ford. ¿Quién, en la KGB, podía competirle? Pero un serio problema se le aparece a la Administración Nixon. En 1970, el socialista Salvador Allende, candidato de la Unidad Popular, gana de modo inobjetable las elecciones en Chile. Pese a que Allende propone una “vía pacífica” –o una “vía democrática”– al socialismo, Richard Nixon lo odia desde el primer día. Y desde ese día se propone echarlo del gobierno. Aquí debo mencionar dos documentales formidables con los que trabajo estas cuestiones y deben (creo) ser consultados: uno es casi una autobiografía de Robert McNamara y se titula La niebla de la guerra, el otro es una pequeña obra maestra de Chistopher Hitchens, Los juicios de Henry Kissinger. En éste, Hitchens nos muestra la pasión que pone Kissinger en dejar contento a su jefe, Nixon, y demostrarle que se puede hacer con un país lo que Estados Unidos desee. No aún con Chile, porque Allende acaba de ganar muy limpiamente “y nosotros respetamos la democracia”. Nixon acepta este dogma, pero tiene claro que –en caso de llegar a imponer una dictadura– siempre es mejor una dictadura no-comunista que una comunista (ver: Luis Alberto Moniz Bandeira, La formación del Imperio Americano, p. 278). Seguramente compartían este criterio las empresas que le hicieron saber acerca de la gravedad del asunto: la ITT, la Pepsi Cola y el Chase Manhattan Bank. Todas se comunicaron con el presidente de la CIA, Richard Helms. También lo hizo Nixon, en una reunión relámpago: se sentó, tomó un vaso de agua, dijo un par de cosas y se fue. Destinó 10 millones de dólares para la tarea de desestabilizar al “hijo de puta” –así le decía: SOB—, pidió acción inmediata, dejar de lado al embajador, poner los mejores hombres en la tarea y en 48 horas deteriorar la economía. A partir de ese punto empezaría el trabajo en serio.

Kissinger tenía un buen concepto de la habilidad política de Allende: por todos los medios exhibiría que no era un satélite soviético, a lo Castro, ni siquiera un gobierno abiertamente comunista. Pero no estaba dispuesto a mostrar que le creía. En suma, entre Nixon y Kissinger deciden hundir a Allende desde el primer día de su llegada al poder. Así se hace la historia. En tanto, en América latina se festejaba el gran paso de la llegada al gobierno por elecciones libres y democráticas de un gobierno socialista (aunque fuese con un margen leve: la Unidad Popular sólo alcanzó el 36,2%), en las oficinas de la CIA o en el despacho más privado de Nixon la tarea de destrucción ya estaba en camino. Precisamente en Los juicios de Kissinger, el halcón Alexander Haig (que anduvo por aquí tratando de arreglar la guerra de Malvinas) lanza una exclamación con la fuerza de un escupitajo iracundo: “¿Otro Castro en América latina? ¡Por favor!” O sea, ni locos. Allende debía caer.

Haig es un activo soldado de esa causa. En mi novela Carter en New York, Joe Carter le cuenta a un amigo moribundo el modo en que Haig (Alexander Higgins en la novela) se despide de Allende antes de subir al avión que lo llevará a los States, cumplida ya su tarea. Explica: “El problema –ahora– es el Islam. Pero a los 24 años conocí al senador republicano Alexander Higgins. El hombre era un genio. Uno de los grandes cerebros que –allá por 1973– liquidó al gobierno socialista de Salvador Allende. Y que –no hacía mucho, entre un trago y otro– le había confesado ciertas cosas. ‘Sabes, Carter, Allende tenía la beatitud de un arcángel. Mas, ¿qué podía hacer yo? Sólo reconocerlo, pero no evitar mi trabajo por sentimentalismos peligrosos, que te mienten o te ciegan. La última vez que estreché su mano, poco antes del golpe que acabó con su vida, abandonaba yo la República de Chile, todo estaba ya hecho. Acerqué mi cara a la suya y en voz muy baja pero audible para él y para mí, le dije: ‘Es usted un hombre puro. Comunista o no. Cuando le caiga encima el caos que le hemos preparado recuerde estas palabras de uno de sus enemigos. Es usted un hombre bueno, equivocado pero honesto y valiente. Estrecho su mano con orgullo, doctor Allende. Y es la última vez que lo hago’. Me miró a través de esos anteojos doctorales, de académico, de hombre culto. Dijo: ‘¿Por qué si tanto me respeta está al lado de quienes buscan mi destrucción?’ ‘Doctor, es muy simple: otra Cuba, en América latina, no. No podemos permitir eso.’ ‘¿Y quiénes son ustedes para permitir o no lo que un pueblo ha elegido democráticamente?’ ‘Los Estados Unidos de América. Y ustedes nuestro patio trasero. No queremos más problemas por aquí. Trate de salvarse. Huya.’ ‘Nunca. Usted no me respetaría si yo huyera. Me respeta porque sabe que lucharé hasta el fin.’ ‘Lo sé. Lo que nunca sabré es por qué luchará hasta morir por una causa tan infame.’ Allende me clavó sus ojos. Diablos, cuando miraba feo podías temblar si no eras duro, si te escaseaban los cojones. Dijo: ‘Lo que nunca sabré es cómo usted dice respetarme y es un mercenario al servicio de un imperio de asesinos’. ‘Doctor, no nacimos para entendernos. Estamos a punto de dejar de respetarnos. Y si me quedo uno o dos minutos más junto a usted acabaré por hacer el trabajo que en breve harán sus verdugos.’ ‘Parece conocerlos.’ ‘Los hemos entrenado nosotros, doctor.’ ‘¿Quién es el principal cabecilla?’ ‘¿No lo sabe? ¿Ni eso sabe?’ No dijo palabra. Todo estaba tan irrefutablemente tramado que no me importó darle el nombre del general que le habíamos destinado como verdugo. ‘Pinochet.’ ‘¿El general Pinochet?’, se asombró. Y, muy seguro, dijo: ‘El general Pinochet es mi amigo’. ‘Doctor Allende, parto de Chile con una duda: si es usted increíblemente bueno o increíblemente tonto.’ ‘Pues yo lo despido con una certeza: usted es un perro, una escoria humana que insulta la esencia del hombre.’ ‘Lamento desilusionarlo, doctor: pero a esa esencia, de nosotros dos, la encarno yo mejor que usted. Le dejo una enseñanza antes de irme: usted, como comunista, cree que esa esencia es buena y bastará que ella triunfe para que los hombres sean libres. Nosotros creemos que es mala. Que es egoísta y sólo el dinero le importa. Por eso los matamos y los seguiremos matando y les ganaremos todas las guerras. Piénselo.’” (Carter en New York, ed. cit. pp. 105/106/107).

El otro decisivo factor que derrocó a Allende fue “el decano de la prensa chilena”, el centenario periódico El Mercurio. Agustín Edwards, su director, viajó hasta las oficinas de Nixon y volvió con dos millones de dólares para la tarea democrática a emprender. Desde sus páginas inflamadas de patriotismo anticomunista, El Mercurio llamó a la lucha a las conchetas chilenas, que son temibles. Inauguraron la moda de las cacerolas.

Todo está dicho. Allende se refugia en La Moneda y dice que no habrá de huir. Ahí se queda. Se hunde con su barco. Tiene puesto un casco de guerra y sostiene una metralleta. Da un último discurso: “Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Don Agustín Edwards, director del “decano de la prensa chilena”, habrá brindado con buen champán. Las conchetas, felices. Los obreros, perseguidos y asesinados. Allá, en el Norte, la CIA, Nixon y Kissinger, satisfechos. Allende se suicidó o lo mataron. Pero estuvo en su puesto hasta último momento. El 11 de septiembre que América latina recuerda y llora es éste. El otro, el de las Torres, ni sabemos quién lo hizo. Y, emperradamente, como le habría gustado a don Salvador, seguiremos creyendo que alguna vez, más tarde o más temprano, se abrirán las grandes alamedas. Y el primero en pasar por ellas será don Salvador Allende. Una enorme pancarta con su cara de hombre bueno, que soñó un sueño tal vez imposible, pero que él sostuvo hasta el final. Así, pocos, Salud, héroe, mártir, ejemplo perenne. En usted se encarnó lo mejor de la condición humana.

PD: Y hoy domingo 12/09/10, todos/as a la Clínica Los Arcos, JB Justo y Paraguay, Capital, desde las 14:00 hs.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Curiosidades Lingüísticas

Lejos de ser un lingüista, siempre me sentí atraído por las culturas en general y los lenguajes en particular. Y cuanto más distantes del español, mejor. Así, durante años estuve intentando bucear, con escaso o nulo éxito, en el ruso, el uzbeko y un poco más acá en el tiempo, en el turco.

Algunas de las curiosidades que encontré, entre tantas, es que los uzbekos siempre especifican el tipo de parentesco que mantienen con sus familiares, añadiendo el “por parte de madre” o “por parte de padre” cuando se refieren a tíos, primos, cuñados, etc. En realidad, no es una “añadidura”, sino que se usan palabras totalmente diferentes: Del mismo modo en que nosotros diferenciamos por sexo (tío/a, primo/a), ellos usan palabras diferentes que, además de diferenciar sexo, diferencian la rama de patri/matrilineal del parentesco. Así, “xola” significa tía por parte de la madre, mientras que “amma” será tía por parte del padre, “tog’o” será tío por parte de madre y “amaki”, tío por parte del padre. No existe ningua palabra que aglutine tíos y tías a secas, y sospecho que ésto puede obedecer a que en el contexto ancestral en el que se desarrolló este lenguaje, no “valía” lo mismo ser primo por parte de madre que por parte de padre en el tratamiento diario. Pero ésto es sólo una hipótesis.

Otra de las curiosidades que observé, es que si bien en el lenguaje escrito utilizan el “?” final para hacer una pregunta, en el lenguaje oral no lo necesitan, ya que en vez de cambiar la entonación al final de la frase, como lo hacemos nosotros, ellos entonan parejo toda la frase (como si fuera una afirmación), y le agregan el sufijo “mi” al final para significar “te lo estoy preguntando”. Pero todo sin cambiar la entonación al final de la frase.

Una excepción a la ubicación final de este “signo de pregunta” es el elemental ¿Cómo está usted?, que ellos aglutinan en una palabra única “Yajsimisiz” entonado como afirmación: “Yaj” = Cómo; “si” = está; “mi” = signo de pregunta; “siz” = Usted.

Recordemos que los lenguajes de origen uralo-altaicos (incluido el turco y turcomanos) son en su mayoría aglutinantes como el alemán, es decir, arman una “palabra” en base a una raíz a la que van “adornando” con diversos sufijos, infijos y prefijos. “Sharq Taronalari” es un festival que se desarrolla todos los años impares en Samarcanda al que fui invitado (como espectador, obvio), y significa “Ritmos del Este” o “Ritmos de Oriente”. Aquí, el “armado” es el siguiente: “Sharq” = Este (u Oriente); “Tarona” = Ritmos y “lari” (igual que en el turco), “del” o “de los”. En realidad, el sufijo “lari” se aplica al plural (Ritmos), mientras que se utiliza “lar” para el singular (ritmo).

Según este muy interesante artículo sobre el tema (en inglés), hay muchísimas curiosidades por el estilo en los más extraños lenguajes que se hablan en el planeta. O no tan remotos: El alemán, por ejemplo, tiene el género de los objetos inanimados prácticamente invertidos respecto del español, mientras que el inglés utiliza el neutro “it” para los objetos inanimados, y el ruso carece de artículo, que en español determina (y/o refuerza de modo redundante) el género y número del sustantivo. El ruso también asigna sexo a los objetos inanimados, pero sin necesidad de que género y número coincidan con el (inexistente) artículo. Es un idioma extremadamente complejo, pero al menos no por esta razón.

Pero vayamos a lo realmente curioso: En buena parte de los lenguajes “menos raros”, la ubicación de un objeto se determina con relación a uno mismo, de un modo egocéntrico. Así, algo estará a la izquierda, a la derecha, adelante o atrás de un sujeto. Sin embargo, éste no es necesariamente el modo en que lo ven otras culturas. Así, y aunque la teoría etnolingüística Benjamin Lee Whorf haya sido desmentida repetidamente por los que saben, ¿Qué podríamos decir de los que hablan Guugu Yimithirr? El Guugu Yimithirr es un lenguaje hablado por aborígenes del norte de Queensland, Australia, que no se orientan por el izquierda, derecha, adelante o atrás, sino exclusivamente a través de los puntos cardinales.

Aparentemente, tienen tan incorporada la ubicación espacial a través de estas coordenadas, que no se pierden ni despiertos ni dormidos, estén en su casa, en su barrio, buceando en los arrecifes o en cualquier ciudad de mundo, con sol, sin sol, con la luz encendida o apagada, o bajo cualquier circunstancia, según afirma Guy Deutscher, el autor del artículo citado arriba. Son un GPS viviente.

Y forzosamente, este modo de relacionarse con el mundo circundante, debería tener un correlato con su percepción del mismo. Así, si yo me encuentro en un hotel y un Guugu Yimithirr parlante se encuentra en una habitación idéntica enfrente de la mía, si yo voy a su habitación veré la misma habitación que la mía, mientras que si él visita la mía, “percibirá” algo totalmente distinto: La ventana que en su habitación daba al norte, en la mía la verá al sur, el teléfono que en su habitación estaba al oeste, en la mía lo verá al este, y así. ¿Ambos vemos lo mismo? Aparentemente no.

Los Guugu Yimithirr no son los únicos en el mundo en ver las cosas de este modo, ya que esta forma de relacionarse con el entorno a través del lenguaje no es exclusiva: De la Polinesia a algunas tribus de México, de Namibia a Bali, muchos lebguajes adoptan este modo de referenciación, según cuenta el autor.

El chino, por su parte y según señala el artículo, no distingue específicamente el tiempo en el que transcurre una acción, ya que la misma forma verbal se aplica para cosas del pasado, presente y futuro. Naturalmente, tienen cómo especificar la cronología de los sucesos si alguien se lo pregunta, pero no están forzados por el lenguaje para hacerlo. Tal obligación es requerida en nuestro idioma, bajo la forma de “corrí, corro, correré” por el que debemos optar sin alternativas al expresarnos.

Este modo de expresarse (hipotetizo) y percibir la temporalidad de los actos, debería tener que ver con la “paciencia china”? ¿Con la “China milenaria”? Con que los supermercados chinos estén abiertos a cualquier hora? Preguntas y más preguntas que seguramente se habrá hecho Whorf en su momento.

Otra particularidad lingüística, según Deutscher, es la del lenguaje hablado por los Matsés (o Mayoruna), una etnia que se encuentra distribuida por el oriente del Perú, norte de Bolivia y oeste de Brasil. Es una lengua de la familia Panonana, a la que pertenecen también el Toba, Mataco, Mocoví y Pilagá, entre otras.

Siempre según el autor, el lenguaje de los Matsé los obliga a especificar de qué modo uno toma conocimiento de lo que afirma. Así, en español uno puede decir “Por aquí pasó un animal”, sin estar forzado por el idioma a decir que lo afirma porque lo vio personalmente (experiencia), porque vio sus huellas (inferencia), porque habitualmente pasan animales por ese lugar (conjetura) o por rumores. Si a una afirmación se le asigna el modo incorrecto, asumen que es mentira.

De este modo, ningún Matsé le dirá “Tengo tres hijos” a menos que los tres estén presentes y a la vista en el momento de hacer una afirmación. Caso contrario, le dirá, en tiempo pasado, “Yo tenía tres hijos la última vez que los vi (juntos)”. Infiero que si hay sólo dos en el momento de decirlo, y un tercero se encuentra ausente, armará algún pastiche en Matsé que signifique éso, con las inflexiones correspondientes respecto de experiencia, inferencia, conjetura y/o rumor en que se basan sus dichos.

Alguna vez seguramente agregaré algo sobre los otros idiomas que experimenté personalmente un poco más a fondo, pero por ahora, con dos A4 es suficiente.