domingo, 30 de mayo de 2010

PER-DIE-RON

Cuando hace unos dos meses atrás participamos de la marcha a Tribunales para exigir la puesta en marcha de la Ley de Medios, nos concentramos y marchamos entre 50 y 60 mil personas. Entre 50 y 60 mil personas a favor de algo, no en contra de algo, que es más fácil de juntar. O sea, algo así como 3 o 4 Plazas de Mayo juntas a favor de lo que la prensa patronal denominó "La Ley de Medios K".

Aunque la primera regla del mogopolio es "Si se puede ignorar un hecho que te fastidie, ignóralo", tal cantidad de gente que contrariara sus intereses era imposible de ignorar sin dejar en el intento el último vestigio de credibilidad.

¿Qué hizo entonces? Desviar la mirada desde la cantidad de gente hacia cuatro carteles pedorros que "escrachaban a la Prensa Independiente". Si éso era un escrache, yo soy el primer cosmonauta ruso.

¿Cuál fue el resultado? ¿De qué se habló entonces? Del "escrache". De los 50-60 mil personas que contrariaban su interés, bien, gracias. Taparon el sol con un dedo.

Veamos qué tiene que ver lo que acabo de expresar, con la mayor movilización pública de la que se tenga registro en la historia argentina, en ocasión del festejo del Bicentenario.

Conviene previamente hacer una mini-crónica de los acontecimientos, porque sinó queda como que nada tiene que ver con nada y que las causas son las consecuencias y este tipo de seudoverdades y semimentiras en las que estamos envueltos:

A partir del jueves, el servicio meteorológico anunciaba lluvias a granel para sábado, domingo y lunes en Capital. Si yo estuviera en el interior con planes para venir a Capital para sumarme a los festejos, con ese pronóstico de rayos y centellas postergo los planes para otra oportunidad. Curiosamente o no tanto, llovieron sólo algunas horas del domingo por la tarde. El resto del tiempo, desde nublado a soleado. Curioso. Pero sigamos.

Desde el mismo viernes por la tarde, empezó a juntarse gente sobre la 9 de julio en cantidades poco previsibles. ¿Los consejos "desinteresados" de la prensa patronal? Caos de tránsito en el centro porteño (traducción: Mejor no vaya)

Ya el mismo sábado reventó de gente, y no pudieron seguir "desestimulando" la concurrencia. "La Gente" les estaba pasando por encima. Advirtieron ahí que la mayor movilización de la historia los enterraba hasta el cuadril si la seguían ninguneando y retaceando. ¿Qué hicieron entonces? Cubrirla a troche y moche como si ellos mismos fueran los que la hubieran promovido y fogoneado desde la primera hora. Bordearon el ridículo, pero al cementerio no entraron.

Sin embargo (y ahora viene lo más interesante), no podían admitir que sus campañas climatológico - inseguridástico - caostransísticas habían terminado en un estruendoso fracaso. Apelaron a la segunda regla del ninguneo, y su "lectura objetiva" de los hechos podría resumirse más o menos así:

"La dirigencia es una mierda. El pueblo (maravilloso, obvio) le dio una lección a sus dirigentes. Y nosotros no tenemos nada que ver."

Palabras más, palabras menos, éste es el mensaje que comenzaron a bajar LOS QUE PERDIERON. Porque, convengamos, es muy difícil establecer la paternidad del éxito. Pero es mucho más sencillo establecer quiénes perdieron.

Bueno, ¿Y quienes perdieron entonces? Y... los co-autores corales del desánimo, de bajar los brazos, del "todo es una mierda", de "la crispación", de "la inseguridá", del "caos de tránsito", etc. Los Castros, Morales Solás, Leucos, Grondonas, Majules y una larga lista de tiramerde profesionales. Los que ANTES de los festejos decían cosas como "Lejos de la pompa acosadora, mutantes y buscas patrullan con displicencia la “Ciudad Bicentenarizada”. El estruendo hiriente que envuelve al Centro suscita la respuesta despreciativa de un sarcasmo sordo." por ejemplo. Entre dos y seis millones de personas bailaron, saltaron, festejaron, sin "crispación", sin "inseguridá" sin "caos de tránsito", sin nada de lo que nos quisieron vender durante años. Ellos perdieron.

Reitero por si no se entendió: ELLOS PERDIERON. Y no se hacen cargo.

¿Y "Ellos", los que perdieron... quiénes son? Los voceros de la prensa patronal.

Como en el caso de la Marcha a Tribunales a favor de la Ley de Medios, no se hacen cargo de que PERDIERON. Como en esa marcha, buscan el chivo expiatorio AFUERA de ellos mismos: "El pueblo les dio una lección a sus dirigentes", dicen, como si ellos fueran prístinos agentes celestiales absolutamente desinteresados en el devenir de los acontecimientos. Traducción: Yo no fui. ¿A mí qué me miran? Miren a la dirigencia corrupta, sarasa, sarasa, sarasa...

Che, muchachos, PER-DIE-RON, tomen nota. Ustedes. Sí, ustedes, los del desánimo, los de la pálida cotidiana, los de la gota de bilis diaria. La realidad guionada a coro les explotó en la cara. Entre dos y seis millones de argentinos se lo hicieron saber y se lo refregaron en la cara (recomiendo leer los comentarios de los ¿ex? lectores eliaschevianos aquí). Perdieron. Y por ese solo hecho, los demás argentinos ganamos. Por ese solo hecho.

Ya era hora.

jueves, 27 de mayo de 2010

Nosotros queremos el Diálogo y el Consenso, pero esta Yegua Botóxica no quiere

Palabras más, palabras menos, éste es el mensaje esquizo que rezuma desde "la oposición", las principales plumas de la patronal y su séquito de “comentaristas espontáneos”.

Siempre envueltos en sus banderas republiquetas, muestran el culo en cada avance. Y de pronto enarbolan banderas que nunca supimos que defendieran. Según convenga a su propio relato de la realidad, pueden cruzar toda la cancha conceptual sin despeinarse: Desde enarbolar conceptos etéreos como la Democracia, la República y el Federalismo, a menesteres más mundanos como el precio de la lechuga.

Así, si la realidad que intentan guionar se los aconseja por alguna repartija de fondos coparticipables, hoy son Federalistas a muerte y no hay cosa que supere en importancia al federalismo. Federalismo o muerte. Unitarios o Federales. Nunca supimos de su oculta admiración por el Chacho Peñaloza, pero bueno, es que estaban esperando la oportunidad histórica para ponerse la divisa punzó.

Ni qué hablar de sus -hasta ahora- ocultas preferencias Republicanas. Darían su vida por la –de pie por favor- República. Y por las Instituciones, claro. Desde el ’76 que lo venían ocultando, pero, más temprano que tarde, el que es Republicano no tiene cómo seguir ocultándolo por más tiempo.

Desde las alturas republiquetas, estos noveles jacobinos descenderán luego sobre la defensa de la Carta Orgánica del BCRA. ¿Cómo no van a defender la Carta Orgánica del BCRA? ¿Alguien puede vivir –tan siquiera- sin tal preciado instrumento? ¿Es concebible la vida sin tan noble legado cavallista? Le digo más: ¿Es digno de la Condición Humana oponerse a la misma? De modo alguno.

¿Y qué decir de su repentino apego a la precisión estadística? Morirían sin ella. ¿O acaso alguna vez se cuestionaron las cifras del INDEKKKK antes del 2007? Nunca. Y mire que llevo vivido aquí un par de años. Ni que hablar de las mediciones de Ibope, tan impolutas cuan incuestionables. Mucho menos, de las Calificadoras de Riesgo, que como todo el mundo sabe, no le erran ni un cachito así, vea.

Pero ya.

Qué lindo que Cristina les haya mandado al carajo toda la hojarasca hipócrita con la que intentan tapar su culo sucio. Qué lindo ver cómo se revuelcan en su propia inmundicia, echando espuma por las orejas mientras blasfeman por “La República” y clavan el puñal por la espalda. Qué lindo que Cristina haya expuesto la fractura entre un proyecto particular y la nada misma con su carta a Macri. Con los dos tedeums. Con la 9 de Julio y el Colón. Qué lindo. Nadie podrá hacerse el pavo de ahora en más.

Mientras “la gente” busca el –de pie por favor- Diálogo y el Consenso, este proyecto expone la fractura en su real magnitud. A la vista de todos, sin disimular ni barrer debajo de la alfombra lo que no es “chic” exponer. Aaaayyyy… señora! Qué dirán de nosotros en el mundo! Cómo nos verán a los argentinos en el exterior!

Hojarasca republiqueta que se terminará llevando el viento en la cola de una verdulería por las afueras de Quemú-Quemú. Y exponer en su más crudo realismo el choque del Estado contra el Mercado que se viene desarrollando desde el 2003. Que a esta altura, ya es el choque no entre dos ideologías, sino entre una ideología y el interés. A su manera. Zigzagueante. Esperando el momento oportuno. Con avances y retrocesos. Im-pos-ter-ga-ble.

Alea iacta est!

lunes, 24 de mayo de 2010

“Honestismo” y otras pequeñeces

Por Eduardo Blaustein

Quichicientos años atrás Chacho Álvarez solía usar uno de los razonamientos más convincentes que escuché acerca de los males que genera la corrupción. El problema, me retrucó en una entrevista cuando le salí con un planteo relativizador, es cuando la corrupción se convierte en el motor mismo de ciertas estrategias y políticas deletéreas: en el caso de los 90, remate del Estado y sus empresas, concentración económica, fabricación de pobres en masa. No recuerdo, no creo, que Chacho lo dijera con esas palabras. Pongamos que fue así.

Traigo esa presunta definición a propósito de ese bonito neologismo que usó más de una vez el amigo Caparrós y con el que acuerdo: el del “honestismo”. En estos días se hace difícil soportar la hipocresía de los que aplaudieron a la dictadura o al menemismo y hoy gritan “¡república!”, los que se beneficiaron con la extranjerización de la economía y hoy braman “¡Techint!”.

Lo mismo sucede con los demócratas bien peinados que consideran que los pobres de todas partes, todos y cada uno de ellos, no están en condiciones de votar mejor ya sea que no saben razonar, no disfrutan de la impecable autonomía de pensamiento que sí calzan los carapálidas de Palermo Chico o sencillamente son tan miserables que están dispuestos a vender su voto al primer puntero que les pinte.

Definitivamente, ciertos modos de concebir la democracia, la República, la Justicia, la corrupción, el clientelismo, son chiquitos, chiquitos, chiquitos. El “honestismo”, escribió Caparrós, es esa “idea tan difundida según la cual –casi– todos los males de la Argentina contemporánea son producto de la corrupción en general y de la corrupción de los políticos en particular”.

Hay muchos modos de encarnar esa proposición del “honestismo”. Si es por la corta idea del ciudadano honesto, se puede ser un perfecto hijo de puta en el maravilloso marco de la legalidad y la ética republicana.

Pagando buena plata a un estudio de abogados patricios en caso de pleito, diseñando leyes desde el poder del dinero o moldeándolas por lobby, se puede cagar la vida de millones de prójimos sin que medien ni la truchada ni la coima. Se pueden acumular grandes ganancias y a la primera brisa en contra despedir personal a lo pavo. Se puede quintuplicar en un día el precio del barbijo antigripe porcina o la vacuna. Se pueden fabricar cigarrillos, asbesto, DDT o glifosato y decir no pasa nada. Se puede ser megabanco transnacional y pagarle a una calificadora de riesgo para quedar como campeón global de la seriedad. Se puede explotar mano de obra semiesclava boliviana y vender marcas fashion. Se puede hablar de los nobles valores del campo y negrear peones o explotar niños. Se pueden dejar morir de SIDA a millones de africanos por un asunto de patentes. Se puede empobrecer a otros tantos millones perorando sobre “industria del juicio”, “pérdida de competitividad”, “estímulo del empleo joven” e incluso “generación de nuevas fuentes de trabajo”.

En poco más de un cuarto de siglo asistimos, no sólo en Argentina, a la liquidación de los estándares de bienestar. Pero ante escándalos menores nos acostumbramos a creer que al postear una puteada contra un político corrupto estamos ejerciendo a tope nuestro derecho ciudadano.

Qué lejos está la puteada espasmódica de constituirse en un modo verdaderamente insolente de pararse ante la democracia, esa democracia-bostezo del anteúltimo spot de De Narváez: “Un domingo, sólo un domingo cada dos años”. Qué bien define ese spot lo poco que le pedimos a la democracia.

No debe ser por casualidad que en esta cultura de la democracia de etiqueta se reverencie la profesión de los especialistas en vender imagen, esconder trapos sucios, manufacturar sensibilidad. El valor de la transparencia exigible a un único actor, el Estado, prima sobre la injusticia estructural. El de los consensos angelicales se impone a la necesidad de reconocer, discutir y saldar conflictos. Se pone más la lupa sobre el funcionario corrupto, no sobre el corruptor. Relacionamos democracia exclusivamente con la política y las instituciones lejanas sin preguntarnos qué es de la vida de la democracia en nuestra vida cotidiana, qué nos defiende del mercado, qué decidimos sobre los modos horribles en que vivimos la ciudad, qué democracia y qué transparencia existe en el mundo de las corporaciones. ¿Qué libertades y qué éticas reinan en la empresa o el trabajo? Si los pobres se venden por un Plan Trabajar, ¿qué compran de nosotros cuando nos pagan un salario o somos “rehenes” del que tiene más poder? ¿Qué callamos? ¿Hasta dónde un gerente, un periodista bien esponsoreado en el cable, un profesional acomodado, no son “rehenes”, como los menesterosos conurbánicos, de los privilegios que disfrutan, los gastos que deben sostener, la visión del mundo que tienen por su posición social?

No nos metemos con esas cosas. O porque no las vemos. O porque las tenemos naturalizadas. O porque hay modos en el funcionamiento del poder que se hacen escurridizos. O porque en algún lugar percibimos que los políticos son unos tipitos más bien inconsistentes a los que podemos bardear barato. No sucede lo mismo con el poder real. Ese patrón sí que es verdaderamente jodido y asusta.

martes, 18 de mayo de 2010

Hijo de Puta

Los hijos de puta todavía son parte de la condición humana y yo los ofendí en un exceso que me hace pedir disculpas.

Esto declaró un senador de la Nación cuyo nombre no voy a mencionar nunca más porque nombre solo tienen los seres humanos:

“El gobierno cree que los sectores que generan riqueza son cuasi enemigos a los que solamente hay que sacarles en materia de impuestos, retenciones y demás, para luego, desde la Casa Rosada y con la birome en la mano, redistribuirlos en asignaciones universales, clientelismo, planes de cooperativas de trabajo para el Conurbano Bonaerense, que lo único que genera son esos ejércitos que ustedes vieron ayer, paralizar la Capital Federal (...). Algunas herramientas que son buenas en teoría terminan (por esta concepción de clientelismo) desvirtuándose en el camino.


En el Conurbano Bonaerense la asignación universal por hijo, que es buena, en términos teóricos (…) se está yendo por la canaleta de dos cuestiones (…) el juego y la droga. Usted advierte del dos al diez (cuando ingresan en esos bolsones la plata de la asignación universal) como aumenta la recaudación de los bingos y de los casinos y, como se nutre el circuito ilegal de la droga a través de la plata que recaudan los famosos dealers de la droga”, continuó.

Como el regurgito de esta lacra está expresado en forma de pensamiento voy a ensayar respuestas en voz alta para que nadie siquiera ose morigerar sus inmundicias. La asignación universal por hijo no movió la aguja de bingos ni de dialers ni hay números de procedencia alguna que sostengan lo que profiere este sorete. Sí sabemos, con referencias fácilmente asequibles, que la matrícula escolar incremento un 25 por ciento y que los programas de vacunación se extendieron al ponerse como condición de cobro. Lo primero como prueba de la dignidad de nuestro pueblo, lo segundo como calificación de la asignación como política pública.


No me desdigo, si lo hiciese cometería el error de esta mañana en la que la indignación superó mi escasa cordura profesional. Entonces, sin comprender el estado bestial de este individuo le dí una categoría que, aunque abyecta, es todavía una categoría humana: hijo de puta. Ni eso. No es siquiera una mierda de persona. Que me perdonen los verdaderos hijos de puta.

Tato Contissa

jueves, 6 de mayo de 2010

Pa' que entiendan lo muchacho: Mercedes Marcó del Pont en el Tocuato Tasso



Cuando hablamos del "Discurso Único" que baja desde los multimedios de la patronal, una de sus aristas más salientes es la del relato de la realidad que hacen los "Economistas Serios" del stablishment.

En efecto, su relato tiene por objeto dejarnos atrapados en una falsa disyuntiva: O Ajuste, o Endeudamiento. Para ponerlo en los términos en que está planteado, o "revisar el presupuesto" (para ajustarlo, obvio) o no tocar las reservas del Central (dejandonos adrede como única alternativa la de endeudarnos con el Fondo, como Grecia hoy en día). Naturalmente, nunca, pero nunca, nunca, mencionarán la opción de desarrollarse.

En la reunión de hace pocos días en el Torcuato Tasso, Mercedes Marcó del Pont hizo un racconto de las políticas públicas encaminadas a crecer por vía del desarrollo, esta palabra maldita para los Cachanoskys, Brodas, Melconians.



El audio que les dejo acá, para que lo disfruten, dis-fru-ten reitero, tiene una potencia didáctica nunca vista. Para los que no entendemos demasiado de políticas públicas, los que a veces no sabemos porqué tal cosa tiene que ver con tal otra, es un relato esclarecedor. Aprendí más en los 36 minutos que dura este audio que escuchando varios años a los "Economistas Serios" que nos baten la posta. Déle, ponga Play y después me cuenta.

Gracias a Domingo Merlino por encender el grabador, y a Linearoja por pasarme el link

lunes, 3 de mayo de 2010

Un poco más de respeto

Por Eduardo Aliverti

Sí, habría que tener un poco más de respeto por las palabras. Por algunas de ellas, mejor dicho. Y mejor todavía, por lo que connotan.

Estamos en democracia, para empezar por una perogrullada que, sin embargo, alguna gente parece perder de vista con extrema facilidad. Buena, mala, perfeccionada, empeorada, carente de demasiados derechos básicos, avanzando en otros. Pero estamos en democracia. Si en lugar de eso se prefiere hablar de “el régimen”, “sistema burgués”, “fantochada institucionalista”, “partidocracia”, “monarquía constitucional” u otros términos de vitupero, es legítimo pero hay que buscarle la vuelta a que se los puede vociferar sin problemas. Nadie va preso (apenas la segunda recordación primaria, ya apuntada por algunos colegas, y uno comienza a cansarse). También es atendible que esa prerrogativa, la libre expresión, no alcanza para vivir como se debería. Lo semantizó Anatole France: “Todos los pobres tienen derecho a morirse de hambre bajo los puentes de París”. Expresarse en libertad puede entonces no tener resultados prácticos, para quienes no comen ni se curan ni se educan con el decir lo que se quiera. Si además se afina la puntería para meterse con la libertad de prensa, por aquello de que todo ciudadano tiene derecho a publicar sus ideas sin censura previa, resulta que hay que contar con la prensa propia. Y en consecuencia pasamos a hablar de la propiedad de los medios de producción. Lo cual es igualmente legítimo, desde ya, pero con el riesgo de que se convierta en teoricismo si acaso no es cotejable con la época y circunstancias que se viven. Veámoslo a través del absurdo: si siempre es igual, democracia y dictadura también son iguales. En este punto el cansancio por las obviedades se incrementa. Y uno se pregunta si no se lo preguntan quienes sí viven de poder expresarse libremente por la prensa, pero para referirse al momento argentino como si continuáramos en plena dictadura.

Mataron a mucha gente acá. Picanearon, violaron, nos mandaron a una guerra inconcebible, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres al mar y adormecidos también, electrificaron embarazadas, regaron el país de campos de concentración, torturaron padres delante de los hijos. Se chuparon a más de cien periodistas acá. Si hasta parece una boludez recordar que estaban prohibidos Serrat y la negra Sosa, que las tres Fuerzas se repartieron las radios y los canales, que inhibieron textos sobre la cuba electrolítica, que en el ‘78 estaba vedado por memorándum criticar el estilo de juego de la Selección Argentina de fútbol. ¿Nos pasó todo eso y por unos afiches de mierda y una escenografía de juicio vienen a decirnos que esto es una dictadura? ¿Pero qué carajo les pasa? ¿Dónde están viviendo? ¿Cómo puede faltársele así el respeto a la tragedia más grande de la Argentina? Acá lo cepillaron a Rodolfo Walsh, ¿y hay el tupé de ir a llorar miedo al Congreso? Faltaría ir al Arzobispado. Si bendijo a los milicos, seguro que también puede dar una mano ahora que se viene el fin del mundo con el matrimonio gay.

Uno entiende que pasaron algunas cosas, nada más que algunas por más significativas que fueren, capaces de suscitar que sea muy complejo trabajar de periodista en los medios del poder. Lo de las jubilaciones estatizadas, lo de la mano en el bolsillo del “campo”, lo de la ley de medios audiovisuales y la afectación del negociado del fútbol de Primera. Ahora bien, ¿la contradicción aumentada entre cómo se piensa y dónde se trabaja justifica las sobreactuaciones? Es decir: puede pensarse que en verdad algunos dicen lo que pensaron toda la vida, y que otros quedaron presos de la dinámica furiosa de la patronal. Pero, ¿decir que estamos o vamos hacia una dictadura? ¿Que si esto sigue así puede haber un muerto? ¿Hace falta construir ese delirio para congraciarse? En todo el país, si es cuestión de propiedad mediática y de programas y prensa influyentes, bastan y casi sobran los dedos de ambas manos para contar los espacios que –con mayor o menor pensamiento crítico– apoyan al Gobierno. La mayoría aplastante de lo que se ve, lee y escucha es un coro de puteadas contra el oficialismo como nunca jamás se vio. La oposición es publicada y emitida en cadena, a toda hora. ¿Qué clase de dictadura es ésa? Ese libre albedrío, muy lejos de ser mérito adjudicable al kirchnerismo, ocurrió igualmente con Alfonsín, la rata, De la Rúa, Duhalde. Lo que no había sucedido es esta cuasi unanimidad confrontadora salvo por los últimos tiempos del líder radical, a quien por derecha se le cuestionaban sus vacilaciones y por izquierda también. Contra Menem recién cargaron en su segundo lustro, después de que completó el trabajo. La Alianza se caía por su propio peso. Con el Padrino pegar era gratis, porque el país ya había estallado. Pero en el actual, que después de todo es simplemente un gobierno más decidido que el resto en cierta intervención del Estado contra el mercado y en el perjuicio a símbolos muy preciados de la clase dominante, ¿qué tan de jodido pasa como para hablar de una dictadura? ¿Será que basta con tocar unos intereses para edificar en el llano la idea de que pueden empezar a matar? ¿Los Kirchner son Videla, Massera, Suárez Mason? Por favor, tienen que aclararlo porque de lo contrario hay uno de dos problemas. O se lo creen en serio y, por tanto, se toma nota de que desvarían. O saben que es una falsedad sobre la que se montan para condolerse y entonces se anota que está bien. Que no se justifica pero se entiende. Que quedaron tras las rejas de los medios en que laboran. Ojalá sea lo segundo, por aquello de que un tonto es más peligroso que un mal bicho.

Se cometieron varias estupideces en forma reciente. Se le dio mucho pasto a la manada, se perpetraron injusticias con colegas que no se lo merecen, se agredió a los que precisamente buscan victimizarse. Eso no es hacer política. Es jugar a la política. La diferencia entre una cosa y la otra es que cuando se ejecuta lo primero es bien medida la correlación de fuerzas. A quiénes se beneficia, cuánto se puede tensar la cuerda en la dialéctica entre condiciones objetivas y subjetivas; cómo no sufrir un boomerang, en definitiva, y si se produce cuánto de fuerte son las espaldas para sortearlo. En cambio, si se juega a la política todo eso es lo que importa un pito antes que nada, con el agravante de que las consecuencias las paga un arco mucho más amplio que el de quienes formularon la chiquilinada.

De ahí a que se tomen de esos yerros para hablar de peligro de muertos, de sensación de asfixia dictatorial, de avanzada totalitaria, media una distancia cuya enormidad causa vergüenza ajena de apenas pensarla. No es algo que no pudiera preverse. Como lo dijo allá por los ’80 César Jaroslavsky, otro sabio sólo que de comité pero muy ducho en transas y arremetidas: te atacan como partido político, y se defienden con la libertad de prensa.

Se sabe que es así. Pero igual uno ya está harto de los hartos que se hartaron ahora.